sábado, 24 de mayo de 2008

Expertos cuestionan la ley de obesidad



LA NACION: En la Argentina hay no menos de cinco millones de personas a las que les cabe la definición médica de obesas; es decir, su índice de masa corporal [peso dividido por el cuadrado de la altura] supera los 30 puntos. Si se incluyera en este grupo también a quienes tienen sobrepeso, se estaría hablando nada menos que de 18 millones de personas, casi la mitad de la población nacional.

A fines de noviembre último, tras el reclamo frente al Congreso de una multitud convocada por un programa de TV, un proyecto de Ley de obesidad y trastornos alimentarios recibió la sanción del Senado. La norma declara de interés nacional la prevención y el control de estos desórdenes, y obliga a las obras sociales y empresas de medicina prepaga a incluir entre sus prestaciones los tratamientos nutricionales, psicológicos, clínicos, quirúrgicos, farmacológicos y toda otra práctica médica para su atención.

Todo parecería indicar que se está dando un paso importante para el control de lo que mundialmente ya se considera una verdadera epidemia. Pero mientras la ley de obesidad aguarda su aprobación en Diputados, un grupo de destacados médicos e investigadores no están tan seguros de que la iniciativa sea todo lo positiva que sería deseable. A juicio de los especialistas, el proyecto pasa por alto la prevención, se reduce a medicalizar un problema que tiene complejas raíces sociales y culturales, y podría ser impracticable.

" No podemos menos que adherir a la idea de que es necesario tratar a quienes ya padecen la enfermedad o alguna de sus complicaciones -afirma Sergio Britos, director asociado del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil-. Pero es corta la mirada si sólo se focaliza en el individuo y no en la prevención."

" Me parece que [esta norma] está redactada por gente que no tiene experiencia en el tema -afirma el doctor Julio Montero, codirector de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios-. Pretender atacar la obesidad sólo en el consultorio es como combatir la fiebre amarilla matando mosquito por mosquito."

Y agrega el doctor Jorge Braguinsky, codirector del posgrado de Nutrición de la Fundación Favaloro: "Se trata de una norma meramente declarativa. Es impracticable".

Todo es relativo

Entre los aspectos que encuentran difíciles de llevar a la práctica, figura la obligación de erradicar ciertos alimentos de los quioscos escolares o de incorporar una leyenda en los alimentos ricos en grasas, calorías y azúcares para advertir que son perjudiciales para la salud.

"Es mezquina la visión de quienes focalizan todo en el quiosco de las escuelas, tanto como lo es pensar que sólo las comidas rápidas o los azúcares y las grasas son culpables, y que basta con prohibir su oferta o limitar su publicidad -explica Britos-. Una simple cuenta permite comprobar que el promedio de calorías provenientes del quiosco escolar son entre 75 y 80. ¿Eso es lo que se prohibirá? El artículo 11 del proyecto de ley establece la obligatoriedad de una leyenda de consumo perjudicial para los alimentos con muchas calorías, grasas y azúcares y poca cantidad de nutrientes esenciales. ¿Y los comedores escolares del Estado? Si el espíritu legislativo se trasladara a los planes oficiales, los menús de esos comedores también deberían colgar la leyenda «Esta comida es perjudicial para la salud». Pero en realidad no es así, ya que tanto los azúcares como las grasas no son perjudiciales. Lo es el exceso."

Otros, como Montero, también subrayan que, tratándose de alimentos, todo es relativo. "¿A un chiquito que llega en burro a la escuela, muerto de frío, le vamos a dar una zanahoria? -se pregunta-. No es lo mismo Córdoba, la Patagonia o un colegio «cinco estrellas» de la Capital. En cada caso, hay que estudiar cuál es el modelo alimentario apropiado."

Es cierto que la escalofriante cantidad de personas que podrían convertirse en "pacientes" con derecho a recibir múltiples tratamientos no bien esta norma se sancione pondría en jaque a hospitales públicos que carecen de servicios especializados y ya de por sí sobrecargados. También aumentaría drásticamente el número de individuos con acceso a la cirugía bariátrica, indicada para personas con obesidad extrema o con determinados factores de riesgo.

Cultura de la alimentación

Pero más allá de los costos, ya de por sí incalculables si estas prácticas se multiplican por 18 millones de pacientes potenciales, para los especialistas el punto más preocupante es el enfoque "excesivamente médico" del proyecto.

Según la doctora Haydée Giri, presidenta de la Comisión de Salud del Senado, la ley fue analizada durante más de un año, y se buscó convertirla en "una herramienta más para que los especialistas trabajen con sus pacientes", pero "el tema de la industria no lo toca ni lo va a tocar".

"Lo hemos encarado desde un punto de vista de la salud -afirma-. La industria alimentaria no tiene nada que ver. Este no es un proyecto de la Comisión de Industria y Comercio." Aunque más adelante agregó que por supuesto está dispuesta a incorporar todas las mejoras que sean necesarias.

Pero para la antropóloga Patricia Aguirre, docente e investigadora del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín, el proyecto tiene grandes falencias en el aspecto social: "No contempla que existe una sociedad obesogénica y una cultura de la obesidad -afirma-. La gente está comiendo demasiado, pero ¿de qué? No demasiados micronutrientes, sino grasas, azúcares e hidratos de carbono que no abundaban en la alimentación preindustrial, pero que ahora son los más económicos. Gracias a la industria alimentaria logramos altísimas cosechas y un volumen de alimentos que, estadísticamente, alcanzaría para nutrir a toda la población del planeta. Y eso está muy bien. Pero la industria alimentaria también nos llena de azúcares y de grasas. El mercado de alimentos es el más grande impulsor de la obesidad. Si no ponemos un ojo en el mercado, vamos a seguir atiborrándonos de grasas y azúcares".

Además de promover la actividad física y la educación alimentaria, la antropóloga subraya que si el objetivo es comenzar a torcer la tendencia a la obesidad, es indispensable trabajar con la industria. "Del mismo modo en que se trabajó sobre las grasas trans -explica-, se podría, por ejemplo, gravar con fuertes impuestos los alimentos que conducen a la obesidad. No queremos una ley de obesidad, sino de alimentación saludable", afirma.

"Habría que analizar detenidamente la orientación de los cuantiosos subsidios que abaratan el consumo de alimentos con más calorías y no premian los esfuerzos de las cadenas agroalimentarias por producir versiones más saludables -afirma Britos-. Lo que hará buena a la ley es un espíritu más amplio, no la mirada puesta únicamente en el obeso, sino en el ambiente global que lo lleva indefectiblemente a serlo."


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